La Maldad que Sobrevive

Sinopsis


La vida conduce a Ramón Arranz a perder su matrimonio, su trabajo y casi su vida.  Cuando cree cerradas todas las puertas, recibe una carta que le anuncia la venta de la casa de sus abuelos en un pueblo de Málaga.  Ramón no solo redescubrirá allí el amor, también el misterio que ni recuerdos ni testigos son capaces de resolver sobre lo que pasó durante el encuentro de sus abuelos, materno y paterno, durante la guerra civil. Ambos, ideológicamente enfrentados, se vieron involucrados en la desaparición de un símbolo de gran valor para la dictadura franquista.

En este viaje salpicado de engaños, identidades falsas, recuerdos alterados y a la sombra de la masonería, Ramón irá desenmascarando no solo la crueldad que sobrevivió tres generaciones, o los actos perversos de un Siglo XX que tiene su máximo exponente en las ideologías fascistas que aún imperan en nuestra sociedad.  Por encima de todo irá descubriendo la maldad de la codicia humana.

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Lee una selección de extractos de esta novela

Reseñas de lectores

"Muy buena novela, muy bien escrita ya desde las primeras lineas te engancha la calidad de su prosa, la riqueza del lenguaje en sus descripciones te hace meterte dentro del ambiente como si estuvieras alli.
Los personajes están muy bien construidos y desarrollados por lo que te lleva de unos a otros a través de los años sin ninguna dificultad y la trama está muy bien desarrollada.
No cuento mas porque no quiero destriparla.
Leedla."

Crítica, La Opinión de Málaga

09/10/2019

Crítica, Resistencia Literaria

02/11/2019

Nos visita hoy Imanol Guillen, periodista y escritor. Autor de novelas como El hombre que puso fin a las guerras y La maldad que sobrevive.

¿Se ha interesado por escribir ficción desde siempre o es más bien de vocación tardía?

No creo que exista la vocación tardía, la mayoría de la gente que escribe se da cuenta de que quiere escribir desde la niñez o la adolescencia. Pero lamentablemente, hay que dedicar la mayor parte del día y la noche de los años de juventud a la cansina labor de alimentarte y estructurar una vida. En mi caso, tras años en los que he tenido que alternar y compartir la escritura con la vida laboral y familiar, lo tardío ha sido el reconocimiento. Comencé a escribir con siete años cuentos de piratas, con la adolescencia ascendí hasta la poesía editando yo mismo un libro Odas de Infinidad, con 18 años escribía una columna literaria todos los domingos en el periódico DEIA, 'Fantasías Vascas', y desde entonces he escrito teatro, cuentos y novelas, además de miles de artículos y reportajes periodísticos para diferentes medios. Hace unos años, cuando bajé el pistón laboral y mis responsabilidades familiares se relajaron, me encontré con más tiempo para dedicarlo a promocionar mis escritos. Porque lo fácil es escribir, lo complicado es romper los muros de tu casa y que alguien confíe en ti. Yo tuve suerte de tropezarme con la Editorial Altera y especialmente con la Editorial Naveus, que desde el primer momento han apostado por mí y me han 'enseñado' la trastienda del mundo literario.

¿Cree que las nuevas tecnologías ayudan a los autores o suponen un hándicap al favorecer la competencia sin control?

Todo lo que sea fomentar y ayudar a que la gente escriba y lea me parece positivo. Y si las nuevas tecnologías ayudan a que todo aquel que desea o necesita escribir pueda transmitir su creación, bienvenidas sean. ¿Quién ha dicho que la competencia es mala? Posiblemente así lo piense alguno que, desde su torre blindada, ve con recelo y desdén un cada vez más nutrido ramillete de escritores sin nombre que se asoman a los lectores por mil vericuetos tecnológicos y que ponen en peligro su aletargada hegemonía de equis lectores por libro. ¡Ojala pudiera publicar todo el mundo! el que lo hace bien y el que lo hace mal, porque éstos últimos serán rechazados muy pronto por los lectores, verdaderos sabios y jueces de lo que se escribe! Solo así perdurarán aquellos que lo merecen por su genialidad, no los que han sido sonreídos por sus excelentes contactos - los 'librobasura' firmados por personalidades famosas sin personalidad - o porque han tocado oro con una obra y se han echado a dormir entre laureles, y aquí que cada uno rellene el hueco con el nombre del escritor que le parezca. Es verdad que vivimos en la sociedad del protagonista; todos queremos ser protagonistas de algo, de un vídeo cutre en Youtube, de ser el más gracioso en el grupo de Whatsapp, el que más grita en las tertulias políticas y del corazón o el que cuelga las fotos más chulas en su página de Facebook; pero vuelvo a repetir que en el caso de la literatura solo la sabiduría de los lectores, su más exquisito espíritu crítico es el que identifica al que va de protagonista del que tiene algo que contar y lo hace bien. El lector es el que coloca al final a todo el mundo en el lugar que le corresponde.

En sus dos últimas novelas publicadas, La maldad que sobrevive y El hombre que puso fin a las guerras, la guerra ha sido uno de los elementos que influyen decisivamente en la vida de los protagonistas, ¿le interesa especialmente las consecuencias que un conflicto así produce en la sociedad?

No creo que exista nada más traumático para una sociedad que una guerra, un golpe de estado o una revolución. Son, sin duda alguna, las situaciones en las que más se alteran y estresan los componentes de bondad y maldad, la mayor fortaleza y las principales debilidades que conformar al ser humano. Por lo tanto los conflictos sociales siempre han sido un laboratorio importante para los escritores cuya pregunta fundamental cuando escriben es, ¿qué es el ser humano? Pero si una guerra además es seguida por el adjetivo de civil, las consecuencias para una sociedad y los individuos que la conforman son doblemente traumáticas. En la guerra civil se diluyeron y tergiversaron miles de identidades y me he interesado en La Maldad que Sobrevive más por este aspecto que por el político o militar que rodeó al deleznable golpe de estado de 1936. Me interesaba hablar de la gente que la sufrió y al mismo tiempo hablar no solo de esa guerra si no de todos aquellos episodios sórdidos y violentos que azotaron el siglo XX, de la maldad humana. El protagonista, Ramón Arranz, se embarca en un viaje entre mentiras y falsos supuestos hasta la guerra civil para descubrir las identidades reales de sus abuelos y padres, y por consiguiente la suya, y en ese periplo recala, a través de testigos directos, en otras guerras y conflictos que asolaron el siglo en el que se apagó la luz decimonónica, hasta descubrir que la maldad no está tan alejada de cada uno de nosotros.

En El hombre que puso fin a las guerras, la trama se sitúa en la Primera Guerra Mundial y en La maldad que sobrevive, durante la Guerra Civil Española. ¿Ha elegido estas guerras por algo en particular?

Con respecto a la Primera Guerra Mundial, había dos motivos que me motivaron para convertirla en el eje central de una trama de espionaje, dolorosamente humana y con una enorme densidad histórica. Primero porque el bisabuelo de mis hijos luchó en la contienda enrolado en la Fuerza Expedicionaria Canadiense. Siempre había sido una figura venerada en la familia de mi esposa pero del que no sabíamos nada de su tiempo en el frente francés. A su regreso, ya establecido en Inglaterra, jamás habló de su experiencia en las trincheras, excepto para repetir una y otra vez: "había sangre, barro y ratas." Por otro lado me atraía la Gran Guerra por su enorme desconocimiento en la sociedad actual cuando se ha cumplido el primer centenario. Hablé con amigos de diversas nacionalidades y ninguno sabía qué fue lo que motivó el conflicto, base de la primera mitad de la novela. Un conflicto cuyas consecuencias afectarían al mundo durante todo el siglo.

Han pasado más de ochenta años y aún se siguen muchísimas publicando novelas y ensayos sobre la guerra civil, ¿por qué cree que continua un interés tan vivo?

Imanol Guillen

El interés por la guerra civil española ya sea en la literatura como en el cine nace, a mi juicio, de su propia naturaleza, un enfrentamiento entre familias y vecinos, y por tratarse de un conflicto cuyas consecuencias tantas décadas después, no se han llegado a cicatrizar. Y no han curado las heridas porque no ha habido una reflexión social, un proceso de autocrítica y remordimiento, ni se ha culpado y penado a sus responsables ni tan siquiera se ha enterrado con dignidad a todas sus víctimas. Todo lo opuesto de lo que pasó en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras persista una gran parte de la sociedad sin aceptar que lo ocurrido fue un acto criminal contra un gobierno democráticamente reconocido y legítimo, mientras se siga falseando la realidad de lo que ocurrió, mientras sus autores no sean públicamente reprobados por sus actos, la guerra civil continuará portando una mantilla negra, siniestra y lúgubre. Esta circunstancia, por su componente de enfrentamiento humano, es una excelente fuente de inspiración para cualquier escritor, sin olvidar que en una guerra nadie vence, pero solo se acepta la narración del vencedor. Por eso en La Maldad que sobrevive, del mismo modo que hablo de los sucesos de Paracuellos, también lo hago del crimen de guerra cometido contra la población civil cuando ésta huyó de Málaga por la carretera a Almería, por ejemplo. Para mí la guerra solo era una excusa para hablar de las identidades humanas, como he dicho antes, de lo mejor y de lo peor que componen a hombres y mujeres.

¿Cuáles son sus referentes literarios?

Es difícil identificar las fuentes de las que te has alimentado durante años para escribir hasta que logras encontrar tu propia voz narrativa, distinta a otras e identificable por parte de los lectores. Pero si tuviera que elegir a los escritores que más admiro éstos serían Pío Baroja, Honoré de Balzac, Émile Zola, Luis Landero, Thomas Mann y Upton Sinclair. No sabría decir qué es lo que me he llevado de cada uno a la cocina de mi escritura para componer los guisados que ofrezco. Pero además de estos genios, soy de la opinión que de cualquier lectura, por buena o mala que sea, hay algo para aprender, para sumar. En la biblioteca de mi padre me encontré con libros de Hans Habe y de Sinclair Lewis, y descubrí una belleza y actualidad en sus obras que convierten a algunos de los escritores más destacados del panorama literario del momento en autores insignificantes. Por este motivo me propuse hace ya unos veinte años, rebuscar en el pasado y leer lo que los grandes escritores que me han precedido, desconocidos para la mayoría, ofrecieron al mundo.

¿Cómo ve el panorama literario en España?

Pues no tengo la menor idea porque como he dicho, en los últimos años no he leído un gran volumen de obras de autores actuales. Pero hay tres cosas positivas; uno, se escribe mucho, cada vez más gente se atreve a rejuntar palabras para contarnos algo; dos, la mujer escritora lleva años aportando lo más destacado en la literatura, no solo de este país sino en la literatura internacional, y tres, que aumentan los medios a través de los cuales la juventud poco a poco, está regresando a la literatura. Por ejemplo a través de la lectura en los móviles o de los audiolibros. Respecto al segundo punto durante un par de años dirigí un taller de escritura al que solo se apuntaron mujeres, jóvenes de 17 y 20 años. Había alguna con un poso de escritora veterana que augura un enorme potencial. Estas experiencias te hacen sentirte positivo ante el futuro de la literatura.

¿Qué proyectos tiene?

Muchos, ya veremos si se cumplen todos. Próximamente lanzaré con Editorial Naveus una novela por la que siento un cariño muy especial, El escondite inglés. Es una novela basada en mis experiencias en la comunidad española en Londres durante los años que trabajé como corresponsal, y en la que intercalo otra historia paralela que tiene como escenario la España golfa de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. La trama gira alrededor de un personaje único e inolvidable, uno de los últimos pícaros españoles de tupé y clavel en la solapa, un timador arropado por un enorme equipaje de intelectualidad, un artista, filósofo, poeta, embaucador... y algo más, que hará reír y llorar a los lectores. Yo fui testigo directo de sus hazañas por el Londres de los años noventa cuando llegué a ser director de su revista dirigida a la comunidad española. Es una novela cargada de intriga y suspense, amor, personajes excéntricos, humanidad, pero sobre todo humor, un humor vivo y mordaz. La siguiente obra que aparecerá, también con Naveus, es Desde el suelo del infierno, segunda entrega de la saga del agente de la inteligencia del Imperio alemán y la Alemania nazi, Markus Breslaver (la primera fue El Hombre que puso fin a las guerras). En este momento estoy escribiendo la tercera parte de la trilogía Breslaver y en la que llevaré a los lectores a la Rusia de Stalin y en la que indago en eso que llamamos amistad.

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Crítica, La Voz de Galicia

14/02/2019


REDACCIÓN / LA VOZ 14/02/2019 05:00 H

«Cualquier regreso al pasado es un viaje incómodo». Con esta cita se abre la nueva novela de Imanol Guillén (Bilbao, 1962), La maldad que sobrevive. Un viaje al pasado es precisamente lo que hace el protagonista, Ramón Arranz, quien en una encrucijada vital -su matrimonio fracasa y pierde su trabajo- se encuentra con una de esas ventanas que se abren hacia una dirección inesperada.

En su caso, se trata de una carta en la que se le anuncia la venta de la casa de sus abuelos en Málaga. Allí se dirige Arranz, donde empezará a descubrir facetas de su propia familia que desconocía. Por ejemplo, el enfrentamiento ideológico que se vivió en la Guerra Civil también afectó de forma directa a sus antepasados, ya que sus abuelos lucharon en distintos bandos. Aquí se concreta también una de las líneas argumentales de La maldad que sobrevive, ya que los parientes del narrador también se vieron envueltos en la desaparición de un símbolo de la dictadura.

Narración histórica

Como en su libro anterior El hombre que puso fin a las guerras, el autor se vale de recursos propios del thriller y de la narración histórica -en aquel caso, ambientado en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial- para componer un fresco en el que se entrecruzan los grandes acontecimientos que han pasado a la historia, con cómo han afectado a biografías individuales.

En La maldad que sobrevive Imanol Guillén inclina más la balanza sobre los aspectos psicológicos que sobre la intriga -sin renunciar por ello al pulso narrativo-, ya que este juego de espejos entre identidades, testimonios e indagaciones, finalmente conduce a una indagación en qué puede mover a una persona a la maldad o la bondad y, también, cómo los hechos del pasado extienden su sombra hacia el presente.

Crítica, Libros y Literatura

28/03/2019

Hoy os propongo hacer un viaje, un viaje al pasado. Debemos coger nuestra máquina del tiempo y dar marcha atrás hasta llegar a principios del siglo XX, para plantarnos en plena Guerra Civil española. Nuestra máquina del tiempo particular no tiene engranajes ni luces estrambóticas. Tan solo necesitamos un libro, en concreto, este: La maldad que sobrevive, de Imanol Guillén Allende.

Al abrir este libro nos encontramos en la época actual. Su protagonista, Ramón Arranz, está atravesando una grave crisis. Todo en su vida parece ir mal: tanto su matrimonio como su trabajo se están yendo al traste. Lo ha perdido todo. Él se cree que su vida no puede ser más caótica, pero lo cierto es que se equivoca, ya que un día recibe una carta en la que se dice que la casa de sus abuelos, aquella casa ubicada en Málaga que tantos recuerdos le trae, se ha puesto a la venta. Él, como movido por el destino, como si este le llevara atado de pies y manos, decide ir a aquella casa antes de que la vendan, descubriendo que esas cuatro paredes le van a traer mucho más que recuerdos.

Aquí es donde empieza una historia que nos llevará al pasado, a la Guerra Civil, ya que pronto descubriremos que los abuelos de Ramón tuvieron que luchar en bandos enfrentados en aquella horrible batalla, donde los bandos llegaron a carecer de ideales y donde era posible que un hermano se tuviera que enfrentar a otro hermano. Además, el tema de los símbolos franquistas que está tan en boga ahora mismo también saldrá a la luz, así como el mundo de la masonería. Temas que harán que reflexionemos y pensemos en cómo cosas que pasaron hace tantas décadas, todavía dejan huella en nosotros de una manera que da escalofríos.

Todos elementos tienen una finalidad básica: entretener al lector. Tenemos ante nosotros una novela puramente histórica, muy bien investigada y documentada, pero que no comete el error de quedarse únicamente ahí. El autor se preocupa por estudiar los elementos del thriller y la novela de misterio y los incluye de manera tenaz dentro de la narración. Con esta mezcla se consigue que el lector se enganche rápidamente a la novela, interesándose por la historia pero también por el misterio que envuelve la trama.

En este punto de la reseña tengo que hacer una aclaración importante, y es que yo no soy muy fan de las novelas históricas. Me interesa la historia, siempre lo ha hecho, pero no sé por qué, cuando cojo un libro de estas características, me acabo aburriendo con tantos datos y tantas referencias. En cambio, La maldad que sobrevive, no es un manual sobre la Guerra Civil, no es un compendio de fechas y datos que me hubieran hecho cerrar el libro a las cien páginas. Es mucho más. El autor, Imanol Guillén, se preocupa por darle al lector todas las referencias necesarias; sabe que estamos ante una novela de tintes históricos y es necesario ambientarla bien para que el lector no se pierda. Además, se preocupa por investigar y dar referencias verídicas para que el que tiene el libro entre sus manos, además de entretenerse, aprenda.

Pero, como digo, es una aprendizaje progresivo que se entremezcla homogéneamente con el misterio que rodea a toda la trama, y esto es lo que hace que personas como yo, que no están acostumbradas a leer novelas históricas, o que no les gusta demasiado, acaben por coger el libro con ganas para no soltarlo hasta que llegan a la última página.

En esto también ayuda la narración del autor: ligera y directa. Los datos se entremezclan con la trama de una manera muy concreta: como si el autor los dejara caer, como si los espolvoreara a través de la historia con la intención de que el lector se tope con ellos por casualidad. Con un personaje que no duda en soltar algún taco que otro de vez en cuando y llegando, de esta manera, al lector sin ningún tipo de problema. Creo que es un personaje con el que se empatiza muy rápido, ya que en cuanto empieza el libro vemos que es un poco desgraciado y tiene la capacidad de hacer pensar al lector que él también podría terminar en esa situación. Eso, la posibilidad de que nuestra vida se vaya al garete en cualquier vuelta de esquina, es lo que hace que el que tiene el libro entre las manos se compadezca mucho de Ramón y se alegre muchísimo más cuando este decide viajar a Málaga para encontrar lo que allí le está esperando.

Me atrevería a decir que es una novela que, aparte de hablar de la historia, del franquismo en concreto, y del misterio que sobrevuela la trama, también trata un tema fundamental e inevitablemente filosófico: el destino. El destino de una persona que tiene que rebuscar en el pasado para encontrar su propio futuro. No sé, es hasta poético, ¿no creéis?

En definitiva, este libro te gustará si estás buscando una novela de misterio con la que adentrarte en una época que -histórica y académicamente- fue tan fascinante, a través de la experiencia de un personaje venido a menos que podríamos ser tú o yo en cualquier momento de nuestras vidas y que, a través de un viaje al pasado, descubre que la vida merece más la pena de lo que se creía. Y yo, además de descubrir todo esto, también he hallado dentro de mí una pequeña mini-yo que está ansiosa por volver a adentrarse en otra novela histórica. ¿Qué me está pasando y dónde está la verdadera Ana?

Crítica, Axarquía Plus

12/10/2019

El escritor Imanol Guillén, afincado en la Axarquía desde hace 16 años, publica «La maldad que sobrevive», una historia sobre la huella de la Guerra Civil, ambientada en el pueblo ficticio de Benamedina, pero que toma como modelo Vélez-Málaga.

Su vocación, recuerda, la tiene desde los 7 años, cuando escribía historias de piratas ambientadas en Inglaterra. La vida luego le condujo a esa misma Gran Bretaña de su imaginación, donde fue corresponsal de varios periódicos y trabajó para la BBC en español. «Pero hace ya mucho que dejé el periodismo. Por las tardes, cuando terminaba de trabajar, lo que menos me apetecía era ponerme a escribir y en cambio ahora tengo las tardes libres», cuenta Imanol Guillén en La Opinión de Málaga.


Este bilbaíno compró con su mujer una antigua escuela rural con capilla cerca de Vélez para transformarla en hotel rural. Desde entonces compagina este negocio con su vocación de escritor, y a la hora de escribir, por cierto, acompañado de música clásica, sobre todo de las sinfonías de Mahler.

Y si en 2014 publicó 'El hombre que puso fin a las guerras', ambientada en la I Guerra Mundial, el inicio de una trilogía, todavía en marcha, para la que llegó a leer casi un centenar de libros de Historia, ahora ha querido que su siguiente novela, 'La maldad que sobrevive', de ediciones de Naveus, transcurra en un pueblo ficticio de la provincia de Málaga llamado Benamedina, aunque como explica, «en realidad es Vélez, no le puse Vélez porque ya es una ciudad y quería darle un ambiente un poco más de pueblo». Pero para que no quepan dudas, destaca, en el vídeo promocional sobre la novela, el autor aparece en localizaciones como La Fortaleza o la plaza de la Constitución veleña.

El libro es la historia de un hombre hundido que, cuando parece que va a llegar lo peor, recibe una carta en la que le informan de que van a vender la casa de sus abuelos, en un pueblo de Málaga. «Así que regresa al pueblo y comienzan a llegarle informaciones alrededor de la Guerra Civil, en la que sus dos abuelos se encontraron en bandos diferentes y cómo chocaron -por un motivo que el lector sabrá- y cómo eso repercute en la siguiente generación, la de su padre, y repercute en él», resume.

El título de la obra, cuenta, recuerda que el siglo XX, cuajado de guerras, «fue un siglo de mucha maldad, por eso no es un libro sobre la Guerra Civil sino sobre la maldad, que dura todavía».
En 'La maldad que sobrevive' aparece la matanza de la Carretera de Almería, un suceso que cuando el autor se afincó en Málaga, «no conocía, fue un crimen de guerra terrible que no tuvo luego una repercusión posterior». En relación con esta huida, explica que escribe sobre una anécdota real que le sucedió a los padres de un amigo de Vélez, «que huyeron y justo cuando empezó un bombardeo, la madre se puso a dar a luz, tuvo el hijo y lo perdió».

Ambientada en los años 90, en la novela se suceden continuas miradas al pasado, a los años 30 pero también a momentos posteriores de la historia de España.

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